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viernes, agosto 26, 2005

 

la paciente prisa del río

Dolores Castro

Raquel Olvera hunde los dos pies en el agua, tanto como en el fluir de la magia de la vida y la poesía. Dueña de una vez cada vez más propia y más capaz de expresar a los seres de los cuatro reinos de la naturaleza —mineral, vegetal animal y humano— en sus géneros próximos y diferencias específicas, bucea en el fondo de las imagines más íntimas, donde magia, mito, sueño realidad y poesía forman un ángulo agudísimo, con el dolor, la dicha; el recuerdo y el olvido. Desde ahí se sitúa, contempla, comprende, transforma y expresa.

Desde una fuente milenaria, una cascada, un río, nueve abluciones o nueva ríos en los que se recuerda, se olvida y se inicia una zambullida con la muerte, mientras queda borrada la línea del horizonte en un breve e intenso poema. En los siguientes palidecen las fronteras del vivir y el morir ante la fuerza del amor, el desengaño, mientras va del vivo recuerdo hacia el olvido.

Inmersa en "la paciente prisa del río" avanza. Recordar aquí es asumir: "Ahora soy una nada más intensa" pero también afrontar: la dolorosa certidumbre, la rabiosa verdad y fluir como el agua misma, en el filo del abismo, mientras afronta la distancia entre la realidad y el sueño, o los sueños.

El animal extraño escondido en la maleza nos introduce al Tercer Olvido", el olvido del desamor, y la infidelidad; a "¿Cuántas (doncellas) tendrás que desarmar/hasta que entiendas de qué están hechas?" y (...) "Ojalá que las bestias que metiste en mi pecho/ hayan sido todas las que traías adentro/ para que nunca, ninguna otra mujer,/ tenga que padecerlas."{...} y, al límite de la rabia; "Quiero tener tu nombre entre mis dientes/ para morderlo hasta sacarle sangre"

María Raquel Olvera lleva al río su sensibilidad, fluye el agua, lava, y aparecen los recuerdos en toda su intensidad, pero el río nítido cristal de aumento, le va revelando muchos secretos sobre la pasión, y la frialdad, sobre el amor y el desamor.

La gracia de lo popular se introduce en cada una de las coplas que anteceden a los olvidos: El amor es un nagual/ con diferentes empeños,/ más grandes o más pequeños/ pero jamasmente igual." con ésta se inicia un deslumbrante despertar para salir de sí contemplar la transparencia, el cielo, el amanecer, "e instalarnos en el paisaje,/ libres del corazón/ y sin escándalos de sangre."

Amor es prisión, recuerdo es prisión fortificada, sólo la magia del torrente debilita la fortaleza con los embates de su enérgica embestida, siempre igual. Estar fuera de sí es el anhelo, mientras alta mariposa/ dibuja complejas esperanzas",y ella recorre todos los reinos de la naturaleza buscando su ser.

En el siguiente olvido el torrente desemboca en el mar, el viento se detiene: "un rayo hiere mi condición de mujer /Tu cuerpo desaparece en el polvo de la oscuridad". El clímax se presenta: ¿Cómo aventurar a los abismos/ a un corazón sin ojos? y en los dos últimos versos: "Las llamas del dolor dan un color violeta/ La alegría no tiene color"

Contempla el río y su reino de la realidad en un islote, y en ese reino se puede abrir los brazos, y admitir a la tierra en el vientre y saber que "el corazón se parte con mesura/ medio segundo vivo, / medio segundo muerto. Así se empieza a romper el mal sueño, y a la fuerza del dolor le sucede la fragilidad. Como si en cualquier momento/ su frágil osamenta se pudiera quebrar. El río mágico permite que "Con aliento del agua en las espaldas/ y sol. Luego, desde el puente puede contemplarse, como "criatura / n la que ha echado sus raíces la luz" Agua y luz que arrastran la amargura.

Si las imágenes citadas antes nos permiten introducirnos a la poesía de María Raquel Olvera, imágenes de gran fuerza expresiva, de gran cúmulo de sugerencias, la simbolización que logra tiene una eficacia semejante: un altar, en é! un ramo de astromelias púrpura, al testimonio de su muerte, simbolizan todo el transcurrir del amor, su muerte, su renacer. El río en el filo del abismo, la barranca, los pasos sobre los filos del roquedal," la entrega a! olvido, y a morir todas las veces que sea necesario, para tal vez alcanzar la luz: "Entre mi espalda y la parad súbitamente/ en plena oscuridad abrí los ojos" La magia de la poesía, del conocimiento profundo, de la luz que la verdadera poesía emite, ha permitido a Raquel Olvera iluminar el espectro del amor, sumergirse en la magia del torrente vital, o del auténtico torrente del manantial de Chignahuapan, su pueblo natal, para conocer y conocerse y aun para "aumentar los mares con su llanto", llanto de plenitud tras la purificación de los olvidos, y a nosotros, mediante la lectura de este poemario, deslumbrarnos con su poesía.


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