Las brujas tienen pesadillas terribles; a veces ni pueden conciliar el sueño. Tanto dolor guardan sus corazones, tanto rencor. La amargura las agita hasta el amanecer. Cansadas de sí mismas, preparan pócimas para exorcizar los demonios y encontrar paz, pero sus más fuertes hechizos no les sirven para conciliar el sueño. Para crear el canto que apaciguara sus bestias y las llevara por el sendero de los sueños, se necesitaría fuerza, destreza y conocimiento. Alberto Revilla despliega estas virtudes con maestría en su Canción de Cuna para Las Brujas. La elección del instrumento (Acordeón), resulta preciso por su carácter enérgico y melancólico. ¿Quién podría imaginar una bruja relajándose con una melodía escrita para flauta, laúd o mandolina? Eso hay que dejárselo a los elfos, las hadas y las niñas buenas.
Al comprender la metáfora que encarna la imagen de la bruja, (un ser humano que busca cambiar su destino y alcanzar la trascendencia o los secretos de lo suprahumano), el autor se aparta del maniqueísmo que separa el bien del mal y así logra la unidad suprema expresada con belleza, exactitud y precisión. La cadencia que fragua el acordeón en este arrullo compuesto por el maestro Revilla, trae a la imaginación los varios momentos en que el intérprete podría detener su música y alejarse de puntitas una vez logrado su objetivo. Pero la respiración de la supuesta durmiente no suena del todo sosegada así su rondó infinito y lleno de paciencia persiste hasta que, finalmente, el suave silencio que precede a la música, nos muestra que se ha logrado el objetivo.
El primer track de este disco, La Canción De La Tía, muestra la femenil elegancia de una mujer madurada lentamente que ha dejado atrás los sobresaltos de la juventud y se ha entregado al gozo de la suavidad. El círculo de la guitarra es un balcón donde asomarse dentro de su casa en una tardecilla de verano: la tía gira la llave de la alacena, un suave temblor de manos revolotea en torno de la vajilla de porcelana, huele a tarta recién horneada, (mantequilla y moras del campo), la luz sin aristas se cuela entre la organza del cortinaje mientras en la cocina la tetera silba. Y seguirá silbando, bajo las holandillas tejidas en hilo crudo de algodón, la hermosa tía encontró un boleto de cine amarillento, el recuerdo del amor la inunda: el tiempo la amará esta tarde, hasta el oscurecer. Y es posible que la tía, tenga 20 hijos o un marido regañón, de todas formas, la tarde en que suena está, melodía, revivirá su amor sereno.
en seis movimiento el primer oque sustenta el título de la melodía,
Además de la satisfacción, el reconocimiento y la notoriedad que le dará haber compuesto esta Canción de Cuna, Alberto Revilla puede estar seguro de que el gremio de las brujas, le quedará eternamente agradecido.
Raquel Olvera
Martes, 09 de Marzo de 2004