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martes, febrero 21, 2006

 

La dicha tiene raíces en la tierra/Dolores Castro

La dicha tiene raíces en la tierra, crece su tallo y sufre las embestidas del viento y del tiempo. sus flores son, como todas las flores, delicadas, efímeras, pero también iluminan el espacio y el tiempo cuando florecen.

Las flores de la dicha, en poesía son de una especie casi extinguida en un tiempo tormentoso como es el nuestro; pero se dan, tenemos el mejor testimonio de su florecimiento en la antología de poesía alegre que con el título Las Flores de la dicha presenta hoy la editorial Planeta.

Raquel Olvera es la responsable del florecimiento mágico de estas flores a pesar de qque para descubrirlas había de realizar esta antología leyendo y releyendo los poemas para comprender la particular manera de expresar la dicha, pero al leer este luminoso libro podemos decir que pudo lograrlo, a pesar de los aires no muy buenos del D.F. y que la dicha esté “acostumbrada a respirar aires más puros

La dicha va subiendo de tono desde los poemas de José Juan Tablada, Antonio Machado, León Felipe, Alfonso Reyes, hasta culminar en esta parte con Gratitud, de Oliverio Girondo, (agradecido) Poetas tan importantes como Vicente Huidobro, Carlos Pellicer, desfilan con sus flores, creacionistas o tropicale;. José Gorostiza se alegra con el mar, y Pablo Neruda florece con la risa de la mujer amada, Miguel Hernandez desde su prisión,con
la flor de la risa relampagueante de su hijo recién nacido, el poeta dominicano Pedro Mir, que “emborrachó de emoción; y en Chile Nicanor Parra recuerda el delicado olor de las violetas para curar la tos y la tristeza; (con este poema demuestra la finura de la selección antológica, ya que sólo la interpretación del poema obtiene la flor de la dicha)
El canto de alegría de Efraín Huerta es breve, como lo anuncia el mismo título de su poema; en el poema de Alejandro Avilés El don de aquella tarde “hasta las duras piedras florecían.

La selección misma de poetas es un acierto. No eligió la autora seleccionando exclusivamente por la mayor o menor dicha que expresaran los poetas. La selección por calidad es el principal valor de esta antología cuyo horizonte se amplía a Cuba con Eliseo Diego; a Guatemala con Otto’Raúl González; a Perú con Javier Sologuren, Argentina con Roberto Juarroz y el gran Juan Helman; de Marruecos Francis Mestries, de Alejandría Fabio Morábito.

Sobre la selección de otros poetas mexicanos, es necesario añadir que incluye diferentes generaciones de poetas imprescindibles, dichosos en su momento, porque la dicha florece y se deshoja, por fortuna, pues si fuera perdurable se convertiría en rutina y estaríamos ciegos ante ella, o por lo menos distraídos.

Las Flores de la dicha es un hermoso libro, podríamos adoptarlo como libro de cabecera para recordar que la dicha existe.

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